El mundo en el que vivimos está basado en los resultados. Y la evaluación se hace a partir del logro o la derrota más importante. Esta es la razón por la que el país campeón de los olímpicos se mide por el número de medallas de oro y no por el total de medallas, es también la razón por la que los All Blacks, a pesar de haberlo ganado todo excepto el mundial hasta el 2011, seguían en deuda; y por esto es que me atrevo a decir que Quade Cooper, a pesar de haber sido 10 titular de Australia, de haber ganado con su club y con Australia el tres naciones, tuvo un mal 2011; y en cambio Richie Mc Caw, que estuvo lesionado, perdió con su club, y con los All Blacks el tres naciones, tuvo un gran 2011 por haber ganado el mundial.
Consecuencia de esto es que los jugadores soñamos con ganar EL TORNEO, cualquiera que sea, y la preparación física y los entrenamientos se planean para lograr ese objetivo. Para lograr ese objetivo el entrenador realiza un plan de juego. Para llevar a cabo este plan de juego en la cancha se necesitan muchas horas de pesas más horas de entrenamiento en cancha, mucho esfuerzo, mucha sangre y mucho sacrifico. Durante estas horas, para lograr el objetivo, varias cosas tienen que surgir: coordinación, destreza, comunicación, inteligencia colectiva y un olfato para tomar buenas decisiones. Todo esto además de las cualidades físicas como velocidad, fuerza y potencia, todas ellas para ganar. No es necesario que un equipo tenga todos estos atributos para lograr su objetivo, basta con algunos.
Sin embargo, hay tres atributos que tienen que surgir para que un equipo tenga alguna posibilidad de triunfar: confianza, admiración y amor por la camiseta.
La confianza es el ingrediente necesario para seguir la iniciativa de un compañero o la dirección del entrenador sin cuestionar, es fundamental para que cada integrante se preocupe exclusivamente por su tarea, y da a los jugadores la tranquilidad de saber con absoluta certeza que su compañero estaría dispuesto a perder un brazo antes de fallar en la suya.
La admiración, que es lo contrario a la envidia, surge de sentir alegría por el éxito del compañero y querer imitarlo. La admiración es la base de la mejora: cuando hay admiración entre compañeros todos encuentran en el otro algo que aprender y esto genera crecimiento. Cuando no hay admiración, surge la envidia y ésta paraliza el crecimiento.
Y el amor a la camiseta, bueno, “pues cuando las papas queman#” va a ser ese amor el que defina el resultado. El amor por la camiseta, cualquiera que sea, es el que lo une todo. Es la única razón por la que un jugador está dispuesto a sacrificar todo por un sueño y es por amor a la camiseta que se está dispuesto a escupir un pulmón antes de dejar de correr.
Nadie puede asegurar que un equipo va a ganar, pero sin estos sentimientos es imposible ganar algo valioso. Puesto que la pregunta que surge es, entonces, cómo se gana con seguridad algo valioso, primero hay que definir qué es algo valioso.
Borges alguna vez dijo “el éxito y el fracaso hacen parte de lo ilusorio de la vida, nadie fracasa tanto y nadie tiene tanto éxito”. Esto se hace evidente al notar que no hay equipos invictos y que todos los grandes jugadores han sufrido grandes derrotas. Además, todo el que haya ganado algo hace unos años sabe que hoy en día de nada le sirve, las medallas se envejecen y la gloria se olvida. La coordinación, la velocidad y la fuerza del equipo desaparecen o hay que seguir esforzándose como al principio para mantenerlos como si de nada hubiera servido todo el sacrificio. De ese magnífico momento no queda más que una bonita historia.
Tal vez sí hay algo que dura más allá del momento, algo que resiste la escoba del tiempo. Lo que dura incontables años es la amistad, junto con la admiración y la confianza que la hacen posible. Y si esto es lo que dura, si este es el verdadero oro, tal vez debamos pensar que los trofeos son la excusa, y la amistad el objetivo y no al revés, como lo venimos haciendo. Y, por supuesto, el objetivo también debe ser el amor por la camiseta, pues ya lo dice Sabina “amores que matan nunca mueren”.
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