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Juan Camilo Taborda: un flanker poco recomendable como oponente

Cuéntenos quién es… ¿Cómo se llama?¿Cuántos años tiene? Juan Camilo Taborda, 29 años ¿ Y dónde nació, estudió o trabajó…? Nací en Bogotá. Estudié en la Universidad de los Andes, […]


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Cuéntenos quién es… ¿Cómo se llama?¿Cuántos años tiene?

Juan Camilo Taborda, 29 años

¿ Y dónde nació, estudió o trabajó…?

Nací en Bogotá. Estudié en la Universidad de los Andes, trabajé en la Universidad y en Planeación Nacional, y ahora estoy estudiando un doctorado en Estados Unidos.

Díganos cómo conoció el rugby… Hace cuánto lo practica. Y, qué le llamó la atención de ese deporte.

Conocí el rugby en el año 2002 cuando me fui un año de intercambio a Francia. Allí llegué a una familia en un pueblo que se llama la Rochelle y casualmente el padre de la casa era entrenador de un equipo de rugby. Me invitó a ver un entrenamiento y así fue que inicié con el deporte. Luego, cuando volví a Colombia, sabía que quería jugar rugby y sabía que la universidad tenía dos equipos. En el momento que entré inscribí la materia y así empezó mi vida en Carneros.

¿Y en cuál posición comenzó jugando?

Arranqué jugando como Hooker y después jugué de flanker (abierto o cerrado). Por otras situaciones jugué de pilar o de ocho pero siempre en el pack.

¿Tiene un jugador favorito? ¿Cuál es?

No tengo uno… Fueron varios flankers los que me encantaron. Uno obvio McCaw, por lo que es como capitán y como flanker. Uno menos obvio Schalk Burger pues era el tipo de flanker que uno quería tener en su equipo y no al frente.

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Cuéntenos su experiencia con los Tucanes… ¿Cómo llego a ser un «Tucán»?

Sí, tuve la fortuna de jugar tres suramericanos con Tucanes y dos copas Colsanitas. Fue un momento muy especial de mi vida y siempre tendré buenos recuerdos de ello. Aprendí mucho de esa experiencia, del sacrificio que se requiere y del orgullo que se siente al usar esa camiseta. Del respeto que se le debe tener al rival y de cómo aun perdiendo por muchos puntos y sabiendo que no se ganará un partido se puede salir de la cancha orgulloso y con la frente en alto. No hay un solo momento, son muchos los buenos momentos pero uno de los más emotivos fue mi primer partido en Venezuela. Me acuerdo sorprendido, pues no hubo mayor arenga antes de empezar el partido solo nos miramos a la cara y ya, me acerqué y le pregunté a Javier Montenegro por qué no nos calentábamos antes de empezar. Me contestó que esperara al himno, y la verdad eso fue todo lo que necesité para entrar al partido. Ese suramericano tuve además la fortuna de jugar en familia. Del pack éramos 6 de Carneros y el apoyo de esa familia me ayudó en esa primera experiencia como tucán.

¿Está jugando actualmente rugby?

No, lamentablemente ya no juego más. Por cuestiones laborales y personales no tengo el tiempo para entrenar y cumplirle al equipo. Y siempre pensé que si no se entrena no se puede jugar.

¿A qué se dedica ahora? ¿Sigue en contacto con el Rugby?

Ahora estoy enfocado en mi doctorado. Cuando estaba en Colombia el trabajo ocupaba mucho de mi tiempo entre semana y en los fines de semana me la pasaba en mi finca. He intentado sin mucho éxito alejarme un poco del rugby pues me hace falta. Pero claro es imposible no seguir a Carneros y Tucanes en la página y en Facebook, o dejar de apoyar o sentirme orgulloso cuando veo todo lo que se ha logrado.

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Recuérdenos un poco su experiencia internacional jugando rugby…

Jugué muy brevemente en el 2002 en Francia cuando conocí el rugby un par de partidos amistosos. Luego cuando me fui a Alemania en el 2009 para estudiar una maestría jugué en segunda y primera división alemana (2009-2010). Fue una experiencia interesante, pues el nivel en primera era bueno pero siempre pensé que allá no sabían de rugby. Es decir los viejos y los extranjeros sí tenían la costumbre del tercer tiempo, de la familia, de la confianza. Los de primera pensaban más en ganar y no motivaban o contagiaban la camaradería que hace increíble al rugby. Eso me decepcionó un poco y por eso preferí relegarme jugar con la segunda división y disfrutar más con amigos que estar preocupado por competir. Igual fue una experiencia interesante que siempre guardaré. En primera jugué de flanker como lo hacía en Colombia, pero la lesión del hooker de la segunda división fue una excusa adicional para bajar de categoría.

¿Cómo fueron sus primeros entrenamientos? ¿El trato y la competencia con sus nuevos compañeros? ¿Aprendió nuevas cosas, elementos, conceptos, que le ayudaron a mejorar sus destrezas en el rugby?

El primer entrenamiento en Alemania fue durísimo. Cuando llegué, el capitán del primer equipo que jugaba de flanker 6 me preguntó de que jugaba, cuando le contesté que jugaba de 6 me miró con cara de este tipo no puede ser flanker, y la primera oportunidad que tuvo en el entrenamiento de golpearme mal, lo hizo. Después me gané su respeto, pero nunca su amistad. Eso para mí fue el aviso de lo que sería jugar en Alemania, donde más que un grupo de amigos, el equipo competitivo era un grupo de deportistas que solo piensan en ganar solos los partidos. Por eso siempre sentí que ellos no tenían la cultura del rugby.

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Y hablando de clubes y divisiones, ¿Cómo se vive el rugby? ¿Qué le impactó o más le gustó del Rugby de allá?

En el club donde jugué la situación era extraña. Los viejos que jugaban en segunda tenían la cultura de rugby que siempre me gustó. Eran casi una familia, compartían, disfrutaban del tercer tiempo y lo dejaban todo en la cancha sin que les importara el resultado. En primera era todo lo contrario. Tengo entendido que un poco antes de que yo llegara el club estuvo a punto de perder su puesto en primera (cosa que para un club de 100 años de Alemania era algo increíble) y quizás por eso lo único que querían en primera era ganar. Lo que si era de admirar era el estado físico de los de primera. Todos estaban en las mejores condiciones físicas y  por eso el juego era muy rudo, pero faltaba técnica de equipo y por eso cada uno andaba intentando anotar en la primera jugada del partido. Lo otro que era impactante eran los recursos. El club pagaba uniformes y viajes para ir a jugar por fuera de la ciudad. También tenían un club house con todo lo que se necesitaba, pero ni siquiera con esas facilidades existía la costumbre del tercer tiempo.

¿Qué quisiera traer de allá a Carneros?

No mucho. Siempre pensé que era más lo que teníamos nosotros para enseñarles a ellos. Quizás lo único para admirar era la manera en que manejaban los recursos del club. Según entendí el club se mantenía con patrocinios pero su mayor fuente de ingresos era la afiliación que pagaban los jugadores retirados. Eso pienso es lo que más podríamos aprender en Carneros, pues allá los jugadores que ya no seguían jugando en el club seguían aportando al equipo. También sé que el club tenía muchos ingresos del alquiler de las canchas en su club house, pero pues siendo un club tan viejo ellos tenían esos campos hace mucho tiempo.

¿Cómo ve al equipo en 5 años?

El equipo en cinco años va a estar mejor. No tengo duda de eso y eso es lo que más felicidad me da. Carneros siguió creciendo y seguirá creciendo, pues más gente ha tomado pertenencia del equipo. Ojalá en cinco años tengamos las instalaciones que nos merecemos y sigamos creciendo, sin perder de vista lo más importante; que el rugby no es de ganar sino de compartir con una familia.

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Alguna otra cosa que quisiera contarnos o decirnos.

Solo me falta para terminar agradecerle a todos los que han seguido al frente del equipo por cuidar la casa. Gracias por hacer de Carneros una mejor familia, un mejor grupo de amigos y sobre todo por cuidar lo que tanto queremos los que ya no jugamos. Me quedará siempre pendiente una temporada final, pues todavía me hace falta reunirme con mis amigos, mirarlos a la cara y sentirme orgulloso de pertenecer al equipo. Son muchas las cosas que uno extraña cuando uno se aparta del rugby, los entrenamientos (así fueran muy duros), los terceros tiempos con amigos y rivales, la felicidad de ver apoyar a las otras divisiones del equipo, la frustración de defraudar al equipo ganándose una amarilla estúpida, la emoción de entrar al ingoal de scrum, o la felicidad de recuperar un balón después de un tackle… Todas esas son emociones increíbles… Sin embargo,  creo que lo que más extraño son esos minutos antes y después de un partido; esos minutos donde uno le ve la cara a los amigos y sabe que se puede confiar ciegamente en esos 21 tipos.


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